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Kioto

Kioto es una ciudad vibrante y moderna, que al mismo tiempo guarda tradiciones ancestrales de Japón aún presentes. Tiene una historia de más de 1200 años, su nombre original era Heian-kyō, período Heian, que significa "Capital de paz y tranquilidad", fue capital de Japón desde 794 hasta 1868.


La ciudad tiene barrios con características bien diferentes, de la modernidad de la estación de Kioto, a la magia de Gion donde habitan las Geishas, pasando por la belleza del santuario Fushimi Inari y del templo Kiyomizu-dera, hasta terminar el día en alguno de los callejones de Pontocho, situado al lado del tranquilo río Kamo. 


Nosotras estuvimos apenas un día y medio (recomiendo al menos dos días completos para poder recorrer más y con más tranquilidad) y nos las ingeniamos para conocer los principales puntos turísticos sin correr. La mayoría están en una especie de franja norte sur desde Fushimi Inari hasta el Jardín Botánico que no llegamos a visitar. 


Lo primero que hicimos al llegar desde Arashiyama fue tomar un tour de Guruwalk por el distrito de Gion para conocer el barrio donde aún habitan las Geishas. Yo pensaba que eran un mito, o un recuerdo del pasado, pero las Geishas se siguen educando en este barrio, actualmente hay unas 300. 

En nuestro paseo recorrimos este precioso barrio, admirando las casas tradicionales llamadas machiya. A principios del periodo Heian (794-1185), las machiya eran cabañas para vender productos en los mercados. Las raíces de la machiya de Kioto están las instalaciones comerciales con funciones residenciales agregadas y siguieron vigentes adaptándose a los cambios de vida de los habitantes de la ciudad. Actualmente hay aproximadamente 40.100 machiya construidas antes de 1950 con el método tradicional de construcción en madera. Están construidas con materiales naturales y criterios de sostenibilidad, son muy eficientes para el control climático, están diseñadas para controlar la humedad, el calor y la entrada de luz, además son resistentes a los terremotos.


Las fachadas suelen ser bastante cerradas por distintas razones: seguridad, privacidad y control del clima. Muchas de las antiguas residencias fueron convertidas en hoteles y restaurantes y en estos establecimientos, en todo Japón, se utilizan unos paneles de tela, que no llegan al piso, llamados noren. Se utilizan como letrero, para anunciar que el local está abierto (se colocan cuando abre), para evitar que ingrese polvo y también para proveer privacidad. Las linternas de papel encendidas también indican que el local está abierto. 


En este tipo de casas viven las Geishas que en Kioto se llaman Geiko, mientras que las más jóvenes, las que se están formando, se llaman Maiko. 

Las geishas actuales son artistas y anfitrionas profesionales dedicadas a preservar las artes y costumbres tradicionales japonesas. Contrario a muchos mitos, no son prostitutas; su trabajo consiste en entretener a la clientela de alto nivel cultural y económico con su talento y conversación. La palabra geisha significa literalmente "persona de arte". Su labor se desarrolla en casas de té (ochaya) o salones privados, donde sirven como anfitrionas.

La serie de Netflix "Makanai, la cocinera de las maiko" cuenta la historia, situada en la actualidad, de dos adolescentes que viajan desde el interior de Japón a Kioto para convertirse en geikos. 

La formación de una geisha moderna es rigurosa, exigente y se lleva a cabo en los distritos de geishas (hanamachi), viviendo en una casa comunal llamada Okiya bajo la tutela de la propietaria (okā-san). Ingresan con 15 años, luego de haber terminado la educación obligatoria, y estudian por unos 5 años. Nuestro guía nos mostró los edificios en los que viven y estudian, y también una pizarra en la que figuran las clases y los horarios que pueden ser en la madrugada porque las profesoras son pocas y muy demandadas. 

Otro detalle llamativo es que las horas de la madrugada continúan la numeración de la noche, es decir, la 1 de la mañana aparece como hora 25. 

Una vez que completan su formación las maiko pasan a ser geiko y cambian su vestimenta, su maquillaje y su peinado. A partir de entonces pueden manejarse de forma independiente pero siempre mantienen relación con sus mentoras. 


El guía nos advirtió que podíamos cruzarnos con alguna geiko, de hecho vimos tres, pero pidió que no les tomáramos fotografías de frente porque no les gusta, es una falta de respeto. 

Esta es la única foto que pude tomar. La vestimenta es muy hermosa y el peinado y maquillaje preciosos. 

En el barrio también hay templos y santuarios con el característico color anaranjado. En el santuario pequeño, Tatsumi-jinja, en los diez minutos que estuvimos escuchando al guía, entraron varias personas a orar, primer hacían una reverencia, luego aplaudían dos veces y luego estaban unos segundos rezando, supongo. El templo grande es el Santuario Yasaka que está justo al final de la avenida Shijo-dori, una arteria comercial importante de la zona. 


De noche se encienden las luces de la calle y las linternas de papel que señalan los restaurantes. En Kioto hay muy buena gastronomía y más de 100 restaurantes con estrellas Michelin, varios en este barrio. 


Cuando terminamos el tour fuimos a cenar a Pontocho que está al lado de Gion, del otro lado del río Kamo. Es una zona de callejones con pequeños restaurantes y bares, llena de gente joven. Aquí comimos una barbacoa de carne wagyu que estaba exquisita. 

La barbacoa, Horumonkoro Jaman, era uno de los pocos lugares que permite fumar en el interior, quizás por los extractores de la misma parrilla.

Al día siguiente fuimos a visitar el famoso Fushimi Inari Taisha, el santuario de los tori. Fundado en el año 711 d.C., es el santuario sintoísta principal de los miles dedicados a Inari, la deidad del arroz, la agricultura y la prosperidad en los negocios. En todo el complejo, que es inmenso, hay varios túneles formados por miles de puertas torii de color bermellón (naranja rojizo brillante) que ascienden por la ladera del Monte Inari. Las puertas son donadas por personas y empresas como ofrenda y para pedir prosperidad.


También se pueden ofrendar toris pequeños que se compran ahí mismo, nosotras compramos para llevar y los tenemos en casa. Aquí también la gente visita con la vestimenta tradicional. El santuario es enorme y cerca de la salida hay una calle con puestos de comida, nosotras elegimos la moneda rellena de queso que no pudimos probar en Osaka. 

Los túneles son realmente impresionantes y me animé a dibujarlos. Ya sé, son naranjas, pero solo tenía marcador rojo. 




Volvimos al centro de Kioto para pasear por el rio Kamo y encontramos una escena tan pacífica que no parecía pertencer al centro de esta ciudad de un millón y medio de habitantes y un caso grave de sobreturistificación. El día estaba precioso y la gente paseaba tranquilamente, o se sentaba a comer algo o mirar el agua. Lo que más me gustó fue la amistad entre un hombre y una garza. 


Después cruzamos hacia Gion para emprender nuestro camino al templo Kiyomizu-dera, por algunas de las calles más tradicionales de la ciudad que estaban desiertas, a diferencia de lo que veríamos después. 


Caminamos por la calle Yasaka y luego por Sanneizaka, ambas peatonales y en pendiente hacia el templo. Son dos de las calles más lindas de la ciudad por su arquitectura tradicional y las vistas de los monumentos como el Templo Hokan-ji, o Pagoda Yasaka, que data del siglo XV. Una belleza. 


El camino es precioso, a medida que se asciende puede apreciarse como la calle se adentra en la colina. Es un sitio muy turístico, seguramente el más atrayente junto con Fushimi Inari, y tuvimos que ir al ritmo de la multitud, porque además era sábado, pero eso no nos impidió disfrutarlo. 


Finalmente llegamos al templo budista Kiyomizu-dera, templo del agua pura, llamado así por las cascadas que bajan de las colinas. Fue fundado en el período Heian, siglo VIII, aunque los edificios actuales son de 1633. El templo está compuesto por varios edificios: la sala principal, el balcón, la sala Okunoin y la pagoda Koyasu, pagoda de la fertilidad, del período Edo, el más llamativo del conjunto por su altura y su llamativo color naranja. 



Para terminar el día fuimos hasta el Camino del filósofo, un sendero que bordea un canal, denominado en honor al filósofo y profesor universitario Nishida Kitaro, quien se dice que utilizaba este camino para meditar diariamente. El camino es famoso por sus cerezos que, lamentablemente, ya no estaban en flor y, sinceramente, sin los cerezos no tiene mucha gracia. 


Con este paseo terminó nuestra estadía en Kioto y me quedé con la impresión de que se trata de una ciudad algo fragmentada, con barrios de características muy diferentes, bastante más tranquila y menos invadida por el turismo de lo que esperaba, solo en Fushimi Inari y en el camino a Kiyomizu-dera nos encontramos con multitudes, de las que, obviamente, fuimos parte. Es una ciudad linda, no tanto por su estructura y su perfil, sino justamente por la suma de sectores particulares en los que se pueden experimentar sensaciones muy diversas. 

En definitiva estuvimos solo un día y medio, nos alcanzó para visitar los sitios turísticos más renombrados pero recomiendo estar por lo menos dos días completos para poder vivirla con más tranquilidad. 

Ultimo collage para ilustrar algunos de los mil rostros de la ciudad. 
La grandiosa estación de Kioto, Hiroshi Hara 1997; la Torre de Kioto; una calle de Pontocho llena de árboles y flores; los taxis "a la antigua"; un callejón, de los típicos de Japón, a 200 metros de la estación. 



+ info

Transporte

Llegamos en tren desde Hanazone a la estación de Kioto y caminamos unos 800 metros hasta nuestro hotel. 

Nos movimos sobre todo en bus, aunque también hay metro y trenes. Hay muchas líneas y los recorridos se encuentran fácilmente en Google maps. El ticket se puede pagar en efectivo al bajar. Es importante tener en cuenta que en Japón se conduce "a la inglesa" por lo que el bus hay que esperarlo del lado contrario al habitual para nosotros. 



Alojamiento

Nos quedamos en el Loisir Hotel Kioto Toji y fue excelente. Está a unos 800 metros de la estación que se hacen tranquilamente caminando. La zona no tiene atractivos turísticos pero hay un par de centros comerciales y varias líneas de bus para llegar a otros barrios de la ciudad, además dentro de la estación están los accesos al metro y los trenes locales. 


El hotel es muy lindo, moderno, bien decorado, y con todos los servicios necesarios. La habitación era bastante cómoda, con un baño completo, y un pequeño lugar con pava eléctrica, frigobar, té y café de cortesía. Además dan unos pijamas y unas chinelas muy cómodas. Reservamos, como todos los alojamientos, por Booking y el precio fue muy bueno. 


El desayuno no está incluido pero no es costoso, de todos modos lo tomamos sólo uno de los días porque con el café que nos daban y alguna cosita para comer estábamos muy bien. Hay máquinas para lavar la ropa, microondas para calentar comida y máquinas expendedoras. También baños públicos, para hombres y para mujeres, con una piscina bastante grande, duchas, sauna y vestidores. Fuimos una noche a relajarnos un rato, aunque el agua es demasiado caliente para mí. No tengo fotos porque las japonesas no usan traje de baño, nosotras sí por pudor, les dejo algunas fotos de la página del hotel. 


Gastronomía

Igual que en los días anteriores el desayuno nos rindió bastante así que solo cenamos. La primera noche en la barbacoa que ya les mostré y en la noche final compramos comida en una cadena buenísima que está en casi todas las estaciones. Se llama 551 Horai, nos atrajo porque siempre veíamos cola y eso suele ser señal de buena calidad. Compramos giozas, unos baos (no soy fan pero estaban ricos), albóndigas y unos fideos frescos con una salsita que estaban increíbles.


Al día siguiente, de camino a la estación, pasamos por un supermercado (el único grande que vimos en todo el viaje) y compramos un par de cosas para comer en el viaje a Kioto. Hubiéramos comprado mucho más, porque la calidad era increíble y los preciso también. 




Siguiente parada... Tokio




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