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Mykonos

Luego de nuestra fantástica estadía en Santorini nos dirigimos a Mykonos, tan conocida y bella como Santorini pero muy distinta. Mykonos también pertenece a las Cícladas pero a diferencia de Santorini su geografía es más chata, por decirlo de alguna manera, aunque no completamente plana. Es una isla bastante grande, los lugares más importantes son la ciudad de Mykonos, Ano Mera ubicada en el centro de la isla, y varias playas repartidas en todo su perímetro.
Llegamos a la isla en un ferry de la compañía Hellenic Seaways que nos dejó en el puerto nuevo ubicado a unos 10 minutos del puerto viejo y de la ciudad.

Desde ahí tomamos un taxi hasta el alojamiento que habíamos reservado: Rania Apartments. Cómo no sabíamos bien cómo era la isla, al principio nos desilusionó un poco ver que el hotel no estaba cerca de la playa (después descubriríamos que las playas están lejos del centro) pero el lugar era tan lindo y el apartamento que nos tocó tan encantador, que no nos importó demasiado. Tenía dos pisos, en la planta baja había un living con dos sillones/cama y una hamaca, una cocina con comedor diario y un baño enorme, arriba había otra habitación y una terraza divina con vista a la ciudad y al mar. La decoración era fabulosa y el lugar estaba rodeado de jardines donde se encontraban los demás apartamentos del complejo. Casi demasiado lindo para un lugar como Mykonos porque daban ganas de quedarse en el hotel.



Igual, dejamos las cosas y rápidamente salimos a explorar. Tomamos la calle Leondiou Boni, bajamos unas escaleras y salimos a una plaza seca que daba al mar, rodeada de restaurantes y negocios. Caminamos un poco por la costa y nos metimos en el laberinto de calles flanqueadas por casas blancas con ventanas y puertas azules (algunas abiertas y con cortinas que resguardaban el interior), umbrales de mármol tallado custodiados por gatos y escaleritas prolijamente alineadas. Cada recodo revelaba una pequeña abra cubierta por una Santa Rita, una pequeña capilla o un rincón encantador. 

Petros, la mascota de la isla
  


Toda esta zona es completamente turística y en verano debe ser muy difícil moverse pero en octubre se podía caminar con tranquilidad y disfrutar a pesar de los cientos de turistas que bajaban en tandas de los enormes cruceros. 
En lugar de comer en un restaurant preferimos volver al hotel y comer una picada en la terraza mirando el mar y la luna. (En cualquier momento vuelvo con los Ahhhhhhh)

Al día siguiente desayunamos también en nuestra maravillosa terraza y fuimos a alquilar un auto porque habíamos leído que era la mejor manera de conocer la isla. En temporada hay buses regulares a las distintas playas pero en baja estación no es así y además no todos los balnearios están habilitados así que no podíamos saber con certeza adonde ir. Terminamos alquilando una especia de jeep y fue super divertido.

En Mykonos las playas son como las que conocemos, planas, con arena y con instalaciones. Primero visitamos Elia donde estuvimos un rato, era linda pero no había casi nadie así que seguimos viaje hasta Kalafatis. Ahí había más movimiento, no demasiado, y un bar abierto. En esta playa se puede hacer buceo.
Pasamos ahí casi toda la mañana y después seguimos viaje hasta Super Paradise donde nos quedamos a almorzar y pasar la tarde. Esta parece ser la playa más popular durante el verano y a juzgar por las fotos que exhibían en esa época es una verdadera locuar, mucha gente, mucha música, mucha fiesta. Antes de volver a la ciudad pasamos por Paradise pero no nos gustó tanto porque estaba demasiado llena de sombrillas.
El mar es fresco, al menos en octubre, calmo en casi todas las playas, aunque hay otras para surfear, e increíblemente transparente. Un placer.
Elia
Kalafatis
Super Paradise

Para ir de una playa a otra hay (o nosotros no encontramos otra manera) que volver a subir al centro de la isla y pasar casi por los mismos lugares. Atravesamos Ano Mera un montón de veces y rodeamos el aeropuerto otras tantas. El mapa no nos sirvió de mucho. Igual aprovechamos estos extravíos para conocer mejor la isla que es muy árida, las construcciones en general son sencillas de muros gruesos pintados de blanco y con techo plano. Lo que no entendí es por qué habiendo tanto sol y tan poca vegetación, casi no había aleros ni reparos, apenas algunas pérgolas en las terrazas o patios. Acá no hay tantas cúpulas pero hay un elemento presente en la arquitectura de Mykonos, y no así en la de Santorini, que son unos ornamentos calados en las fachadas con motivos geométricos. Todavía no sé a qué se deben, lo busqué en internet y no encuentro referencias y mientras estábamos allá pasaban un documental por TV pero estaba en griego así que...




Mientras volvíamos de la playa se acercaba un atardecer que prometía ser impresionante así que buscamos un lugar especial para observarlo y terminamos en un restaurante lindísimo, Hippie Fish en Ai Yianni, que resultó ser una de las locaciones de la adorable película "Yo amo a Shirley Valentine". El atardecer fue realmente espectacular y la noche muy hermosa también. 







Al día siguiente repetimos el recorrido y volvimos a elegir Super Paradise, donde tomamos unos ricos tragos frutales, aunque antes y después dimos unas vueltas para conocer un poco más. 


Fue un día tranquilo, sin mucho que contar excepto una rareza de los turistas orientales que ya habíamos visto en Atenas y en Santorini: las mujeres van muy arregladas, con lindos vestidos, sombreros y tacos altísimos hasta en la playa, y sus parejas o amigos se la pasan sacándoles fotos mientras ellas posan durante horas. En esta ocasión vimos a una chica que corría hacia la cámara mientras su novio la retrataba. Qué ganas, no?
En nuestro último día en Mykonos no teníamos tiempo de volver a la playa así que dimos una última vuelta por el centro para despedirnos de la isla. A mediodía tomamos el ferry que nos llevaría a Atenas y empezamos a prepararnos para despedirnos de Grecia ya que al día siguiente partíamos hacia Turquía. 
De ese maravilloso país me quedo con el cielo límpido y el mar increíblemente azul, con la pureza del mármol brillando bajo el sol, con el color de las Santa Ritas y el sabor de las comidas, con esas calles y edificios impregnadas de historia pero para nada embalsamadas. Me quedo con ganas de volver para conocer mejor el país y su gente. 
Grecia, hasta pronto.
Molinos de viento, la postal típica de Mykonos

Venta de pescado fresco, una de las actividades tradicionales que subsisten
Pequeña Venecia, una de las zonas más lindas


+ Info
Transporte
Ferry Santorini - Mykonos Hellenic: 35 euros
Ferry Mykonos - Atenas Blue Star32 euros
Taxi desde el puerto: 5 euros
Alojamiento
Rania Apartments: 160 euros el apartamento para 4
Muy recomendable, bien ubicado, lindo, cómodo, la atención fue excelente. 
Alquiler de auto
35 euros por día (precio de temporada baja) + 10 euros de nafta
Comida
Almorzamos bien por unos 10 euros, tomar un café frío (típico de Grecia y riquísimo) nos costó 4 euros en un balneario, en el supermercado compramos comida (tipo picada) por menos de 10 euros cada una y eso incluía las cosas para el desayuno menos el café porque en el hotel ya había, en Hippie Fish tomamos algo y comimos unos bocaditos por 11 euros cada una pero, como dice la publicidad, ver ese atardecer no tiene precio, cena con pescado y frutos de mar 14 euros cada una.
Compras
Lo que quieran. En Mykonos además de cosas típicas como productos de belleza hechos con aceite de oliva, las camisas y vestidos bordados o las joyas de plata, hay joyería fina de oro con piedras semipreciosas, objetos de diseño personales y para el hogar y muchas marcas internacionales. Evidentemente es un lugar preparado para las compras. Preparen las tarjetas!

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