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Cartagena

Cartagena es una de esas ciudades a las que deseamos ir, sepamos mucho o poco de ellas. Fue territorio de piratas pero también escenario de la Inquisición. Hoy nos suena a Caribe, playa, cultura, música y diversión. Aunque lo de la playa se los debo porque nuestra estadía en la ciudad estuvo marcada por lluvias y un mar embravecido, pero eso no nos impidió disfrutar la ciudad. 
Llegamos desde Santa Marta, con un viaje algo accidentado. En el hotel Tamacá habíamos contratado un servicio puerta a puerta que, supuestamente, nos llevaría hasta nuestro hostel en Cartagena. Después de una hora o algo así de viaje, la combi que tomamos paró en una calle en las afueras de Barranquilla y sin muchas explicaciones nos dijeron que bajáramos porque teníamos que cambiar de auto. La verdad que eso no nos gustó nada porque no sabíamos que sería así, porque ya había anochecido y porque nosotras habíamos arreglado un precio de $C 45.000 cada una y nos querían cobrar $C 50.000. La diferencia era insignificante pero da rabia que se aprovechen de los turistas, haya sido la chica del hotel que nos informó mal o el tipo que está tratando de pasarse. Después de unos minutos de discusión al final cambiamos a un taxi con cuatro personas más y ahí nos tranquilizamos porque entendimos que nos habían hecho bajar porque la combi iba hacia otro lado. No costaba nada explicarlo, no!
La ruta desde ahí fue muy buena aunque el auto iba demasiado rápido para mi gusto. Entramos a Cartagena desde el norte por la costa y pasamos por una zona llamada Marbella llena de edificios altos y hoteles internacionales. Después entramos a la parte de vieja de la ciudad y nos encontramos con cortes de luz e inundaciones a causa de la tormenta. Como el conductor nos dejó a nosotras al final también fuimos hasta Bocagrande, al sur, otra zona de hoteles y comercios. 
Finalmente llegamos al Media Luna Hostel ubicado en el barrio Getsemaní, en la ciudad vieja pero fuera de la muralla. Está en un edificio antiguo, muy lindo, con un patio central a donde dan dos pisos de habitaciones. Es el típico hostel de mochileros, el más conocido de la ciudad, y ahí encontramos a todos los turistas norteamericanos y europeos que no habíamos visto aún en Colombia. El patio central funciona como área común, tiene bancos y mesas, reposeras y hasta una pileta. El hostel no ofrece desayuno pero estaban construyendo una cocinas así que probablemente ya tengan. En la planta baja y el primer piso hay habitaciones, todas con seis camas cuchetas construidas con mampostería y pintadas de blanco (si no fueran tan grandes serían bastante parecidas a una celda). Unas pocas habitaciones tienen baño privado, la mayoría debe usar los baños comunes que están bien. En el segundo piso del hostel hay un bar bastante lindo y arriba una terraza. Al lado, sobre la calle, hay otro bar donde se puede desayunar o comer. 

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Interior del hostel

La terraza y a lo lejos, Bocagrande
Cuando llegamos no había agua pero ese problema abarcaba a gran parte de la ciudad así que no había nada que hacer (cuando el agua llegó, tarde esa misma noche, descubrimos que no había agua caliente sino "a temperatura", o sea, calentada por el sol. Igual después descubrimos que en otros hoteles -baratos claro- era igual). Nos pusieron en una habitación con dos chicos más y, como era de esperarse, eramos las únicas con valijas en un mundo de mochilas, así que estábamos un poco desubicadas. Tal vez por eso al día siguiente nos pasaron a una habitación con baño privado (que en realidad era lo que habíamos contratado) donde estábamos solas las tres. 
Esa misma noche fuimos al barrio viejo pero ya estaba todo cerrado así que volvimos y terminamos comiendo en un restaurante muy simpático, Australia Fusión, creado por un chef australiano y su esposa colombiana. Cenamos rico y abundante (entrada, plato y postre) por $C 13.9000. 
En Cartagena lo habitual es recorrer el casco histórico, ir hasta Bocagrande y viajar a las Islas del Rosario que, se supone, tienen playas bellísimas. En nuestro primer día en la ciudad llovía así que descartamos el tema de las islas (aunque averiguamos el precio, entre $C 30.000 y 40.000 ida y vuelta) y decidimos recorrer el barrio viejo. 
Empezamos por la torre del reloj, una de las entradas de la muralla, que da paso a la Plaza de los Coches, rodeada por edificios pintados de colores brillantes con unas lindísimas recovas conocidas como Portal de los Dulces porque ahí se venden dulces de todo tipo. 
Torre del reloj

Plaza de los coches

Portal de los dulces
Después nos adentramos en las callecitas que son un placer porque Cartagena no es sólo turística sino que es una ciudad muy usada por los habitantes, llena de comercios, escuelas y universidades, oficinas, restaurantes y bolichitos con comida exquisita, como la Esquina del Pan de Bono en la calle Providencia. A la noche sí la actividad es casi puramente turística así que supongo que no hay demasiada residencia en el centro histórico. 
Plaza de la Aduana


Iglesia Santo Domingo
Yo no conozco Cuba pero en mi imaginación Cartagena tiene un aire a La Habana por su arquitectura, su gente, su música. De hecho, en la esquina de nuestro hostel estaba el famoso Café Habana, un lugar de tragos con música cubana. 
Para recorrerla se puede recorrer el interior o caminar por la muralla que la rodea. En el camino se conocen lugares como la Plaza de la Aduana o la Plaza Santo Domingo, el Teatro Heredia, los baluartes, la casa de García Márquez y, obviamente, las muchas iglesias. 
Teatro Heredia

Gobernación



A la noche fuimos a comer a Bocagrande pero no había demasiado movimiento porque estábamos fuera de temporada. Al día siguiente nos levantamos temprano y fuimos hasta el puerto pero no se podía ir a las islas porque el mar estaba muy picado. Entonces nos fuimos caminando por la costa hasta Bocagrande donde desayunamos y buscamos un centro comercial pero no había más que galerías así que terminamos yendo al centro comercial Caribe Plaza. Por la noche tomamos algo en el centro histórico y nos fuimos a dormir con la esperanza de que el día amaneciera despejado. 


Nuestro deseo no se cumplió así que volvimos al centro histórico que por suerte, a pesar de ser muy chico, también es muy lindo. Caminamos por ahí, fuimos al Palacio de la Inquisición que es un fiasco total y, a instancias de Marisú, tomamos un café en el hotel Sofitel construido en el antiguo convento Santa Clara. Una belleza. Después fuimos hasta el castillo San Felipe de Barajas pero después de haber pagado para entrar al Museo de la Inquisición y no ver nada interesante, preferimos verlo desde afuera. 
Palacio de la Inquisición


Castillo San Felipe
La última noche fuimos a la Plaza de los Coches donde había un show musical, la primera de varias noches de fiesta previas al día de la ciudad. Escuchamos ballenato y después cenamos en La cocina de Socorro, en Getsemaní, y nos preparamos para volver al día siguiente a Bogotá desde donde regresaríamos a Buenos Aires. 


Así terminamos nuestra visita a Cartagena, una ciudad preciosa a la que me encantaría volver pero con buen tiempo!


A pesar de que pasamos un día más en Bogotá antes de regresar, considero que este fue nuestro último destino en Colombia. Me quedo con la amabilidad, simpatía y cariño hacia los argentinos de su gente, con sus increíbles paisajes desde el verde de la zona cafetera hasta las playas del caribe, con sus hermosas ciudades desde la histórica Cartagena hasta la pujante Medellín, con su riquísima comida, con su ballenato y con su café!


Más info
Hostel: U$ 13 por persona por noche sin desayuno
Compras: una de las mejores cosas para comprar en Colombia es la ropa interior y los trajes de baño. Son de muy buena calidad, tienen lindos diseños y están a muy buen precio. En cuanto a artesanías lo que más abunda son los utensilios de cocina hechos con coco, los instrumentos musicales y la bijouterie artesanal. 
Desayuno: El hostel no tenía desayuno y eso puede ser un problema por los costos pero la verdad es que había montones de lugar para desayunar súper bien por $C 7.000 (U$ 3,5). El primer día fuimos al bar que está en el mismo hostel y desayunamos con pancakes (eso les encanta) y los días siguientes fuimos a un bolichito que estaba en la misma calle donde el desayuno completo consistía en café, jugo, frutas y cereales o huevos revueltos. 
Pan de bono: es algo típico de Colombia, un pancito esponjoso y algo dulce 

Castillo San Felibe de Barajas $C 15.000
Café en el Sofitel $C 7.000 
Palacio de la Inquisición: Lo presentan como un lugar imperdible pero la realidad es que se trata de un edificio sólo medianamente interesante que exhibe, bastante pobremente, una serie de instrumentos de tortura utilizados durante la inquisición pero lo increíble es que, según informan los carteles indicadores, ninguno de ellos fue usado en Cartagena! O sea, no satisface el morbo y en el sector dedicado a la historia de la ciudad, la muestra es muy básica. La entrada cuesta $C 12.000 pero, para mi, no los vale.

Comentarios

  1. Que lindas fotos que pusiste y que lindo relato. No se porque estas imágenes me recuerdan mucho a algunas ciudades italianas que visité y donde me hospedé en un hotel barato en venecia para no gastar mucho y disfrutar mas días allí. Deben ser las ganas que tengo de volver que todo lo relaciono con ese viaje. Saludos

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  2. Uy sí, que ganas de ir a Venecia!
    Gracias por el comentario Camila

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