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Londres

Londres es una de esas ciudades que siempre quise conocer junto con París, Nueva York, Roma o Madrid. Un clásico de Europa que, además, tiene la fama de saber combinar tradiciones muy arraigadas con vanguardia. Y no me desilusionó para nada. Tenía vistas mil imágenes pero no llegaba a visualizarla como ciudad y me encantó porque la encontré, de alguna manera, amigable.
Llegué en el Eurostar desde París, un viaje súper cómodo de apenas dos horas y media. El tren sale de la Gare du Nord en París y arriva a la estación Saint Pancras en Londres. Yo había reservado un hostel muy cerca de la estación, Ashlee House, y realmente esta ubicación es lo mejor que tiene porque no es ni lindo, ni demasiado limpio. No fue tan terrible pero definitivamente no voy a volver.
Este hostel no sólo está muy cerca de Saint Pancras, a cuyo lado está la estación King's Cross, sino que también está a no más de 30 minutos a pie de los puntos turísiticos más importantes. Por eso, ni bien me hube instalado, partí hacia Saint Paul para conocer uno de los clásicos de la ciudad. La zona donde está el hostel es, digamos, normal, no hay nada sobresaliente, hay algunas universidades y colegios y negocios de todo tipo. Lo más llamativo es el tránsito que va en el sentido contrario de lo habitual y aunque esto parezca una pavada no lo es, si uno no quiere morir aplastado bajo un bus de dos pisos hay que tener mucho cuidado al cruzar la calle. La otra cosa graciosa que me pasaba por esto es que siempre esperaba los buses al revés. Menos mal que me daba cuenta antes de tomarlos.
A medida que me acercaba al centro empecé a ver elementos típicos de la arquitectura inglesa como los bow windows, los patios ingleses, los edificios de ladrillo y, sobre todo, los jardines y parques en el interior de las manzanas que son encantadores.

La actual iglesia Saint Paul es la cuarta que se levanta en el mismo sitio. Fue construida por Sir Christopher Wren y construida entre 1675 y 1710. Es muy hermosa, elegante y sobria. En el interior se destacan la bóveda de la nave central y la magnífica cúpula. Su perfil, recortándose en el skyline de Londres, es una postal de la ciudad y desde su cúpula se aprecian magníficas vistas, eso sí, después de subir nada menos que 365 escalones.


Yendo hacia el sur, hacia el Tamesis, se llega al Millenium Bridge de Norman Foster que luego de superar algunos problemas constructivos (se movía terriblemente) se convirtió en un nuevo ícono de la ciudad. Este puente une Saint Paul con la Tate Modern, una galería de arte moderno y contemporáneo instalada en un fabuloso edificio de ladrillo que orginalmente era una usina de electricidad. Como todos los museos de Londres es gratuita y, entre sus atractivos, tiene un café en el 4° piso con vistas hacia el río. Desde ahí puede tomarse un barquito para llegar hasta la Tate tradicional.

Esta galería se emplaza en la zona conocida como South Bank, un área olvidada hasta hace pocos años que comenzó a ser recuperada con la apertura de la Tate. Allí se encuentra, desde siempre, el Globe Theatre que, en tiempos en que el teatro estaba prohibido en la ciudad porque era considerado ofensivo para las buenas constumbres (¿?) fue escenario de numerosas obras, entre ellas todas las de William Shakespeare. El teatro actual es la una reconstrucción del original que, por ser de madera y paja, se quemó varias veces. Está compuesto por un anillo perimetral con varios niveles de gradas y espacio central descubierto donde el público permanece de pie.

Siguiendo por el paseo costero hacia el este se puede recorrer una zona muy atractiva con edificios de oficinas, restaurantes y galerías comerciales. Justo frente al mítico Tower Bridge está el City Hall, también obra de Foster, que aloja al gobierno local.

Del otro lado de la Tate, hacia el oeste, están el National Theatre, el London Eye y el Acuario, entre otras atracciones. No pude recorrer mucho esta zona, tendré que volver.

Volviendo al otro lado, uno de los puntos clásicos de Londres es Picadilly Circus, famoso por sus enormes pantallas luminosas. Es tal como uno lo imagina, ruidoso, caótico, genial. De ahí parten las calles Picadilly y Regent y muy cerca está Oxford, en estas tres calles están los negocios y tiendas más atractivos. Es una locura de gente.


Además, a unos pocos pasos, está el Soho que está a la altura de su fama con sus callecitas cortadas, sus negocios, bares y restaurantes y su onda. Cerca de navidad toda la zona estaba adornada para la ocasión.

Una de las cosas que más me gustó de Londres fue su arquitectura, especialmente la victoriana y la georgiana. Casi todos los barrios tienen esas cuadras formadas por hileras de edificios idénticos con patios ingleses, escaleras de acceso y porches que invitan a entrar. La escena se completa con plazas públicas y jardines internos, algunos con acceso exclusivo a los habitantes de los edificios vecinos. Russell Square, Grosvenor Square y Mount St. Garden, son buenos ejemplos de esto.



Y la arquitectura moderna también es deslumbrante, desde el icónico Lloyd's Bank de Richard Rogers a las últimas obras de Foster que no por nada fue nombrado Sir, es casi el arquitecto oficial de la ciudad.



Otra gran atracción en Londres son sus museos, que además son gratuitos. Para empezar el Museo Británico que cuenta con una de las mayores y mejores colecciones del mundo pero que nos deja con la sensación de estar viendo el botín de un robo. Obviamente que para todos es muy cómodo poder ver en un mismo lugar maravillas como la piedra Rosetta, efigies y sarcófagos del antiguo egipto o los frisos del Partenon, pero deberían volver a sus sitios originales. Más allá de esto el edificio es muy llamativo gracias a la intervención de Foster (quién otro podía ser!).


La National Gallery, ubicada frente a Trafalgar Square, es la gran galería de arte y muchos tesoros, entre ellos La virgen de las rocas de Leonardo Da Vinci, Los girasoles de Van Gogh, El baño de Venus de Velázquez, Venus y Marte de Boticcelli y por supuesto mucho Turner. Es una maravilla pero tan agotadora como todos esos grandes museos.
Al lado está la National Portrait Gallery que, de alguna manera, cuenta la historia del Reino Unido a través de los retratos de sus monarcas y personajes más importantes. Los personajes más conocidos, al menos para mi, son los Tudor y la Reina Victoria, pero mi preferido fue el pequeño retrato de Jane Austen que hizo su hermana Cassandra.

El Museo de Historia Natural es uno de esos que atraen aunque a uno no le interesen en lo más mínimo los dinosaurios, las piedras y los insectos disecados. Y el Victoria and Albert es precioso porque tiene una sección dedicada a las artes decorativas y a la arquitectura, especialmente del período del Arts & Crafts. La tienda es para morirse!
Me faltó conocer la Tate Gallery, la tradicional, pero quedará para otro viaje.

De las grandes atracciones que visité me falta sólo hablar de la Abadía de Westminster y merecería una entrada propia porque es un increíble. Su historia se remonta al siglo X pero el actual edificio comenzó a ser construido en el siglo XIII. Desde 1308 todas las coronaciones se realizan en esta abadía utilizando el mismo trono. Aquí yacen los restos de la reina Elizabeth, en una fabulosa tumba, y personajes trascendentales como William Shakespeare, Newton, Laurence Olivier, Jane Austen, las hermanas Bronte y Winston Churchill están enterrados o son recordados aquí.

Londres además tiene el Big Ben, la Torre de Londres, la Cámara de los Lores, el Tower Bridge, el Palacio de Buckingham con su famoso (y aburridísimo cambio de guardia) y montones de atracciones más pero, como en la mayoría de las ciudades, lo mejor son las calles, las plazas, los paseos, los mercados. Por eso termino con imágenes de Camden, Kensigton Gardens y Portobello Road, en Notting Hill.





Ver Cinco días en Londres en un mapa más grande

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