Uno de los placeres de mi viaje a Francia en 2018 fue conocer las bellísimas ciudades de Bordeaux y Saint-Émilion situada a unos 30 minutos.

Desde allí fui a la zona del Gran Teatro que se encuentra en el solar del antiguo templo de los Piliers de Tutelle que bordeaba el antiguo foro galo-romano. El proyecto es del arquitecto parisino Victor Louis y fue inaugurado en 1780. Tiene planta rectangular y su fachada principal, con columnas corintias y un coronamiento con figuras de musas y diosas, da a la Plaza de la Comedia. Este barrio es conocido como el Triángulo dorado.
Entre tanto patrimonio de distintos siglos también hay arquitectura moderna de muy buena calidad como el singular Palacio de Justicia del gran arquitecto Richard Rogers construido entre 1992 y 1998.

Viajé para conocer cómo trabaja la Dirección Regional de Asuntos Culturales de la región Nouvelle-Aquitaine a la que pertenece Bordeaux. Estas direcciones son como una delegación del Ministerio de Cultura para tratar con los edificios y áreas protegidas y hacen un trabajo muy interesante que no voy a comentar ahora porque no viene al caso. Los centros históricos de ambas ciudades están protegidos a nivel nacional en Francia y también reconocidos como Patrimonio Mundial por UNESCO por su alto valor patrimonial.
No puedo contarles demasiado porque estuve apenas unas horas pero sí puedo mostrarles algunas imágenes como para entusiasmarlos con ir, yo ciertamente quiero volver.
Bordeaux
Bordeaux tiene una historia muy antigua. La zona fue habitada por neandertales y durante el imperio romano fue capital de la Gala Aquitania. Luego de un período de decadencia floreció entre los siglos XII y XV gracias al comercio del vino por el que la región sigue siendo famosa hasta hoy. En 1653 se incorporó al Reino de Francia y el siglo XVIII fue su edad de oro llegando a ser el primer puerto de Francia y el segundo del mundo gracias al comercio de los productos de las colonias. En esa época se construyeron muchos de sus edificios y fue reconocida como una de las ciudades más bellas, Haussman que fue prefecto de la ciudad por varios años la tomó como modelo para su transformación de París.

Llegué en tren desde París a la estación Saint-Jean y desde ahí tomé un tranvía hasta la Place de Quinconces, la más grande de Europa, en cuyo centro se encuentra el Monumento a los Girondinos con una columna central y dos fuentes en su base dedicadas a la República y a la Concordia con figuras de caballos y varias esculturas.
Hacia el sur continúan estos magníficos edificios entre los que encontramos algunos de esos pasajes comerciales cubiertos tan típicos de Europa.
Uno de los sitios absolutamente imperdible es la Plaza de la Bolsa que, construida en el siglo XVIII como Plaza Real, rompió las murallas de la ciudad antigua. Es un espacio rectangular enorme definido por dos edificios idénticos con un pabellón central orientados hacia el río Garona que atraviesa la ciudad.
En 2006 se instaló en la plaza la obra Espejo de agua del arquitecto Michel Corajoud, una inmensa pileta de 2cm de agua para contemplar el reflejo de la arquitectura y en verano jugar con el agua y el vapor que se genera varias veces por día.
A ambos lados de la plaza la ciudad se extiende frente al río en un paseo que lamentablemente no pude recorrer pero que parece sensacional, al igual que los barrios en la otra orilla.
La zona conocida como el Viejo Bordeaux es un barrio más abigarrado que conserva la impronta medieval. La Puerta Cailhau construida en 1494 era una de las entradas a la ciudad, recuerda la victoria de Carlos VIII en Fornovo Italia.
Abajo en estas imágenes incluyo algunos edificios que me llamaron la atención por su simpleza y adecuación al entorno.
Un gran ejemplo de arquitectura contemporánea en un sitio patrimonial son las propias oficinas de la DRAC que funcionan en el antiguo convento de las Anunciadas construido en 1519 y modificado en 1995. La reforma me pareció excelente, muy respetuosa y funcional.
Saint-Émilion
En la zona de esta pequeña ciudad ubicada a 35km de Bordeaux los romanos plantaron viñedos ya en el siglo II a.C. Su nombre viene del monje Émilion que vivió en una ermita en el siglo VIII y fueron los monjes quienes comenzaron la producción comercial de vino que distingue a la ciudad y que llevó a que fuera reconocida como Patrimonio Mundial por UNESCO.

El tema del vino se hace presente en cuanto nos alejamos de Bordeaux y hay varias bodegas que vale la pena visitar por el vino, obviamente, pero también por la arquitectura como el Château De la Dominique del arquitecto Jean Nouvel. Un volumen prismático de vidrio rojo alberga los sectores de visita y restaurante. En la terraza el piso de vidrio rojo nos recuerda a las uvas.
En la foto de abajo a la izquierda una vista lejana de la bodega Château Cheval Blanc del arquitecto Christian de Portzamparc.
El casco medieval amurallado de Saint-Émilion es peatonal por lo que es necesario dejar los vehículos en alguno de las antiguas puertas. El sitio es pequeño y se lo puede recorrer perfectamente caminando aunque las calles son estrechas e irregulares.
Ya desde el ingreso y gracias a que está construido sobre un cerro, el camino ofrece vistas preciosas de las tierras que lo rodean.
A medida que nos adentramos en las calles vamos descubriendo la ciudad, sus edificios de piedra y los preciosos rincones.
Uno de los sitios más importantes es la Iglesia Monolítica que es un templo subterráneo de 38 metros de largo por 12 metros de alto excavado en el siglo XII. Esta construcción tuvo que ser apuntalada y así podemos observarla hoy pero sigue siendo impresionante. Tuve suerte de visitarla con un arquitecto de la DRAC porque consiguió que nos abrieran ya que tiene horarios de visita específicos.
Sobre la superficie hay otra iglesia con claustro que también vale la pena visitar y que tiene un campanario de 68 metros de altura que ofrece magníficas vistas de la ciudad y sus alrededores.
Hay más para ver, hermosa arquitectura, bellos hoteles y restaurantes, museos y galerías. Otro sitio para regresar con más tiempo.
Cómo llegar
Llegar a Bordeaux es muy sencillo, el viaje en tren demora apenas dos horas desde la estación Montparnasse, hay servicios cada 30 o 60 minutos, y desde la estación St. Jean se puede ir caminando al centro histórico o tomar un tranvía.
Desde allí se puede llegar a Saint-Émilion en tren. Para regresar a París hay que hacer combinación en Bordeaux.
Próxima parada: Londres
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