Todavía no terminé los relatos de mi viaje por Europa de 2013 y, por suerte, mis pies van más rápidos que mis palabras y se me sumaron otros viajes para contar a los que ya llegaré pero quiero interrumpir esta serie sobre el viejo mundo para hablar un poquito de mi incursión por el otro lado del mundo. Porque acabo de volver de ese otro lado, literalmente, de Asia, más precisamente de Japón, Tailandia, Camboya, Vietnam y Malasia.
Hace dos o tres años me dije a mi misma que en 2015 quería visitar Asia. No recuerdo por qué fijé esa fecha, creo que necesitaba acumular días y fondos para vacacionar, y tampoco forcé demasiado las cosas para cumplir con el plazo pero al final lo cumplí y con mi amiga Marisú, mi inefable compañera de viaje, emprendimos esta aventura el 25 de diciembre de 2014.
Durante un mes recorrimos una cantidad de lugares que sobre todo nos asombraron, al menos a mí, especialmente por su gente y sus costumbres, nos maravillaron con sus paisajes de ensueño, nos deleitaron con sus sabores y nos dejaron con ganas de volver.
Arrancamos por Tokio, que está justo del otro lado del globo con respecto a Buenos Aires, donde comprobamos que el asunto del jet-lag no es chiste y donde si bien no encontramos los adelantos tecnológicos "supersónicos" que esperábamos, descubrimos algo mucho más interesante, la gente, que circula de a miles inundando las calles ya atiborradas de luces, que usa el atuendo tradicional para ir a rezar a los templos o que se viste de quien sabe qué para hacer que se yo qué.
Seguimos por Bangkok que está a 7 horas de avión de Tokio y a 7 mil años luz de su orden y pulcritud, una ciudad donde abundan los tuc-tuc, las luces de colores (eso sí se ve por toda Asia) y los impresionantes templos.
La siguiente escala fue Siem Reap que tiene el honor de alojar los fabulosos templos de Angkor Wat que se descubren al amanecer y se recorren bajo un sol abrasador que acentúa las luces y sombras de esos sabios rostros.
Pasamos luego a Vietnam para recorrerlo de punta a punta desde Ho Chi Minh, la legendaria Saigón de la antigua Indochina, con su frenético ritmo marcado por las miles y miles de motos que lo invaden todo, pasando por la bella Hoi An que parece suspendida en el tiempo y la magnífica Bahía de Halong que debe ser uno de los lugares más bellos del mundo, con una parada en Hanoi tan vertiginosa como la ciudad misma y finalizando en la lejana Sapa con su puñado de etnias custodiando las preciosas montañas.
Volvimos a la modernidad con una escala en la cosmopolita Kuala Lumpur donde nos asombramos por la cantidad de etnias y religiones que conviven en ella y nos llenamos de orgullo gracias a las fabulosas torres Petronas, diseño argentino del mejor.
Terminamos la aventura regresando a Tailandia para visitar sus paradisíacas playas de agua cálida y transparente y rematamos con unos días en la hermosa Chiang Mai que nos encantó con su calma provinciana y sus preciosos templos.
Y así, gracias a 14 vuelos, 2 trenes, 1 crucero, decenas de tuc-tuc y varios botes, le echamos un vistazo a ese otro mundo que está del otro lado del mundo que es distinto y parecido a la vez y que vale mucho la pena conocer.
Hace dos o tres años me dije a mi misma que en 2015 quería visitar Asia. No recuerdo por qué fijé esa fecha, creo que necesitaba acumular días y fondos para vacacionar, y tampoco forcé demasiado las cosas para cumplir con el plazo pero al final lo cumplí y con mi amiga Marisú, mi inefable compañera de viaje, emprendimos esta aventura el 25 de diciembre de 2014.
Durante un mes recorrimos una cantidad de lugares que sobre todo nos asombraron, al menos a mí, especialmente por su gente y sus costumbres, nos maravillaron con sus paisajes de ensueño, nos deleitaron con sus sabores y nos dejaron con ganas de volver.
Arrancamos por Tokio, que está justo del otro lado del globo con respecto a Buenos Aires, donde comprobamos que el asunto del jet-lag no es chiste y donde si bien no encontramos los adelantos tecnológicos "supersónicos" que esperábamos, descubrimos algo mucho más interesante, la gente, que circula de a miles inundando las calles ya atiborradas de luces, que usa el atuendo tradicional para ir a rezar a los templos o que se viste de quien sabe qué para hacer que se yo qué.
La siguiente escala fue Siem Reap que tiene el honor de alojar los fabulosos templos de Angkor Wat que se descubren al amanecer y se recorren bajo un sol abrasador que acentúa las luces y sombras de esos sabios rostros.
Pasamos luego a Vietnam para recorrerlo de punta a punta desde Ho Chi Minh, la legendaria Saigón de la antigua Indochina, con su frenético ritmo marcado por las miles y miles de motos que lo invaden todo, pasando por la bella Hoi An que parece suspendida en el tiempo y la magnífica Bahía de Halong que debe ser uno de los lugares más bellos del mundo, con una parada en Hanoi tan vertiginosa como la ciudad misma y finalizando en la lejana Sapa con su puñado de etnias custodiando las preciosas montañas.
Terminamos la aventura regresando a Tailandia para visitar sus paradisíacas playas de agua cálida y transparente y rematamos con unos días en la hermosa Chiang Mai que nos encantó con su calma provinciana y sus preciosos templos.
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