Realmente no sabía que esperar de San Pablo cuando fui hace dos años. Que fuera una de las grandes metrópolis del mundo, con casi 30 millones de habitantes o que se dijera que la gente rica se desplaza en helicóptero por el tráfico y la inseguridad, entre otras cosas, me hacían preguntarme con qué me encontraría y me encontré... con Brasil!
Porque San Pablo es súper Brasilera, es una gran ciudad con aire tropical e informal, es un gran centro de negocios pero en las mismas calles donde se alzan edificios neoyorquinos hay un señor con un carrito vendiendo abacaxi en rodajas.
Estuve sólo un día pero bastó para que me encantara y me dieran muchas ganas de volver a conocerla mejor.
Lo primero que conocí fue la rodoviaria (terminal de omnibus) porque en realidad había viajado con amigas a pasar fin de año en Río pero volamos con una oferta a San Pablo y viajamos en bus a Río. Cómo nuestro avión llegó de noche tuvimos que esperar en la terminal hasta que salió el bus a las 5 de la mañana. No la voy a recomendar como sitio turístico pero, en caso de necesidad, se puede parar ahí sin problemas, hay seguridad y algunos locales abiertos como para entretenrse en la espera. Volvimos a San Pablo al término del viaje para tomar el avión de regreso y, en esa ocasión, decidimos pasar el día ahí.

Primero fuimos al centro, donde está la Catedral da Sé, y ahí encontré la primera sorpresa porque si bien tiene todos los ingredientes del centro financiero y de negocios de una gran ciudad, conserva la topografía típica de las ciudades brasileras y los imponentes edificios están construidos sobre morros. Hay puentes y viaductos para salvar los obstáculos, uno de los más famosos y bellos es el viaducto de Chá (té) y del otro lado está el Teatro Municipal.

Después nos fuimos hacia el edificio Copan, una obra del célebre arquitecto Niemmeyer, que me encantó por su "liviandad" a pesar de ser una mole de muchos pisos de altura. Está frente al edifio Italia, también muy bueno.

También fuimos hasta el Mercado Municipal. Está muy cerca de la Praca da Sé y para ir pasamos cerca del Monasterio de Sao Bento y por una zona de comercio mayorista que me hizo acordar al barrio de Once de Buenos Aires y donde encontramos todos los collares y pulseritas que habíamos comprado en Paraty y Río como si fueran artesanías. Increíble!
El mercado es una maravilla tanto por la arquitectura como por los puestos que, como en todo Brasil, venden productos exóticos. En la planta baja están los puestos de venta y en la planta alta hay bares y restaurantes que venden lo que parece ser la especialidad de la zona, además del pan de queso, unos gigantescos sandwiches con más o menos 500grs de mortadela.

Luego visitamos la famosa avenida Paulista que concentra algunos de los edifios más modernos de la ciudad y el Museo de Arte de San Pablo MASP, o "maspi" como le dicen los brasileros. Es un interesante edificio sostenido por dos estructuras de hormigón en los extremos que dejan una amplia plaza seca debajo del museo, da un poco de miedo.
Frente al museo está el Parque Siquiera Campos que es una especie de botánico y es un solaz en medio de esta agitada zona. Detrás de la Paulista hay una zona muy linda, mucho más tranquila, con negocios, restaurantes y bares.

Terminamos el recorrido donde lo habíamos empezado, en la rodoviaria, lamentando habernos quedado tan poco tiempo.
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Porque San Pablo es súper Brasilera, es una gran ciudad con aire tropical e informal, es un gran centro de negocios pero en las mismas calles donde se alzan edificios neoyorquinos hay un señor con un carrito vendiendo abacaxi en rodajas.
Estuve sólo un día pero bastó para que me encantara y me dieran muchas ganas de volver a conocerla mejor.
Lo primero que conocí fue la rodoviaria (terminal de omnibus) porque en realidad había viajado con amigas a pasar fin de año en Río pero volamos con una oferta a San Pablo y viajamos en bus a Río. Cómo nuestro avión llegó de noche tuvimos que esperar en la terminal hasta que salió el bus a las 5 de la mañana. No la voy a recomendar como sitio turístico pero, en caso de necesidad, se puede parar ahí sin problemas, hay seguridad y algunos locales abiertos como para entretenrse en la espera. Volvimos a San Pablo al término del viaje para tomar el avión de regreso y, en esa ocasión, decidimos pasar el día ahí.

Primero fuimos al centro, donde está la Catedral da Sé, y ahí encontré la primera sorpresa porque si bien tiene todos los ingredientes del centro financiero y de negocios de una gran ciudad, conserva la topografía típica de las ciudades brasileras y los imponentes edificios están construidos sobre morros. Hay puentes y viaductos para salvar los obstáculos, uno de los más famosos y bellos es el viaducto de Chá (té) y del otro lado está el Teatro Municipal.

Después nos fuimos hacia el edificio Copan, una obra del célebre arquitecto Niemmeyer, que me encantó por su "liviandad" a pesar de ser una mole de muchos pisos de altura. Está frente al edifio Italia, también muy bueno.

También fuimos hasta el Mercado Municipal. Está muy cerca de la Praca da Sé y para ir pasamos cerca del Monasterio de Sao Bento y por una zona de comercio mayorista que me hizo acordar al barrio de Once de Buenos Aires y donde encontramos todos los collares y pulseritas que habíamos comprado en Paraty y Río como si fueran artesanías. Increíble!
El mercado es una maravilla tanto por la arquitectura como por los puestos que, como en todo Brasil, venden productos exóticos. En la planta baja están los puestos de venta y en la planta alta hay bares y restaurantes que venden lo que parece ser la especialidad de la zona, además del pan de queso, unos gigantescos sandwiches con más o menos 500grs de mortadela.

Luego visitamos la famosa avenida Paulista que concentra algunos de los edifios más modernos de la ciudad y el Museo de Arte de San Pablo MASP, o "maspi" como le dicen los brasileros. Es un interesante edificio sostenido por dos estructuras de hormigón en los extremos que dejan una amplia plaza seca debajo del museo, da un poco de miedo.
Frente al museo está el Parque Siquiera Campos que es una especie de botánico y es un solaz en medio de esta agitada zona. Detrás de la Paulista hay una zona muy linda, mucho más tranquila, con negocios, restaurantes y bares.

Terminamos el recorrido donde lo habíamos empezado, en la rodoviaria, lamentando habernos quedado tan poco tiempo.
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