Atraída como muchos por el fenómeno Guggenheim, el año pasado conocí Bilbao y fue toda una sorpresa.
Hace poco más de diez años me habían dicho que era una ciudad fea, deprimida y ennegrecida por la polución de las industrias, pero a fines de los '90 comenzó un plan de revitalización y hoy esta ciudad, capital de Vizcaya en el País Vasco, es una ciudad vibrante y bellísima. La recuperación se la Ría fue uno de los puntos claves de este proceso.
Una vez allí me di cuenta de que el día que había previsto para Bilbao era poco, pero me las arreglé para hacer una visita express y pude conocer lo imprescindible de la ciudad.
Empecé mi recorrido a la mañana temprano por la zona más antigua de Bilbao, el Casco viejo, que data del siglo XV y su centro es la zona denominada “Siete Calles”, cerca de donde se alza la Catedral de Santiago, de estilo gótico, uno de edificios más emblemáticos de la ciudad. El casco es realmente encantador, tiene un trazado medieval y calles angostas, la mayoría peatonales. Los edificios tienen balcones cerrados con vidrio y arcadas en la planta baja, con una imagen bastante diferente a la que generalmente se difunde de españa. La zona rebosaba de gente trabajando o haciendo compras que se tomaba un rato para tomarse un cafecito con un bocadillo en alguno de los muchos bares que hay por ahí, por ejemplo en el Café Brasi (Calle del Correo 18). También hay comercios con lindísimas vidrieras y, sobre la Ría, el Mercado de la Ribera, un hermoso edificio de principios del siglo XX.
Saliendo del Casco viejo se puede tomar la calle Viudad de Epalza, o el paseo costanero, para bordear la Ría hacia el norte. En la esquina de esta calle con la calle Zubía está el Teatro Arriaga,, inspirado -según dicen- en la Opera de París. La costanera tiene un diseño que combina elementos de principios del siglo XX con mobiliario urbano actual y, a pesar de que ese día estaba frío y llovía, es un paseo muy agradable. Continuando por este camino se llega al puente Zubizuri (puente blanco), obra del arquiecto Santiago Calatrava e inaugurado en 1997. Del otro lado hay un complejo de edficios de oficinas en construcción cuya modernidad contrasta con la arquitectura tradicional de la Alameda de Mazarredo que me encantó por sus árboles repletos de hojas amarillas.
Volví a bajar hacia la ribera para encaminarme hacia el Museo Guggenheim por la costanera y la aparición del edificio tras una curva me asombró. Es como una escultura gigante, brillante, sinuosa, fascinante. Dedicado al arte contemporáneo, este museo fue diseñado por el arquitecto Frank Gehry e inaugurado en 1997.
Me recibió la obra Mamá de Louis Burgeois, una araña gigante de larguísimas patas que parece viva. Después otra obra de arte, aunque más dificil de apreciar y comprender, la Escultura de Niebla de Fujiko Nakaya en la que una cortina blanca cubre el espejo de agua en el que se reflejan las placas de titanium que cubren al museo.
El interior alberga obras muy importantes y sobre todo me gustaron las superestructuras metálicas de Richard Serra que se pueden recorrer por dentro, la Instalación para Bilbao de Jenny Holzer compuesta por columnas de leds que transmiten aforismos en euskera, español e inglés y los Tulipanes de Jeff Koons.
Antes de salir es ineludible una visita a la tienda que, como en todos los grandes museos, es una tentación y, una vez afuera, un saludo al famoso Puppy, un simpático perro vegetal cuya piel cambia según la estación, también de Jeff Koons.
Vale la pena cruzar el puente Príncipe de España para ver el museo desde el otro lado de la Ría y pasar por las universidades y colegios que hay de ese lado y se puede volver a cruzar por el puente de Deusto y, desde ahí, visitar el Museo de Bellas Artes que exhibe en el patio una serie de grandes esculturas y dar una vuelta por el Parque Iturriza Casilda.
La Gran Vía, con sus hermosos edificios, conduce a la Plaza Moyúa a cuyo alrededor están los famosos "Fosteritos", los accesos al metro diseñados por Norman Foster. Del otro lado de la plaza, la Gran Vía se llama de Diego López de Haro y aquí están las tiendas más famosas, incluida la omnipresente El Corte Inglés. Al sur de esta avenida hay una zona comercial muy linda y en la calle peatonal de Ercilla está la escultura Las meninas, de Manolo Valdés. Toda la zona alrededor de la Plaza Moyúa es muy agradable.
Ver Bilbao en un mapa más grande
Hace poco más de diez años me habían dicho que era una ciudad fea, deprimida y ennegrecida por la polución de las industrias, pero a fines de los '90 comenzó un plan de revitalización y hoy esta ciudad, capital de Vizcaya en el País Vasco, es una ciudad vibrante y bellísima. La recuperación se la Ría fue uno de los puntos claves de este proceso.
Una vez allí me di cuenta de que el día que había previsto para Bilbao era poco, pero me las arreglé para hacer una visita express y pude conocer lo imprescindible de la ciudad.
Empecé mi recorrido a la mañana temprano por la zona más antigua de Bilbao, el Casco viejo, que data del siglo XV y su centro es la zona denominada “Siete Calles”, cerca de donde se alza la Catedral de Santiago, de estilo gótico, uno de edificios más emblemáticos de la ciudad. El casco es realmente encantador, tiene un trazado medieval y calles angostas, la mayoría peatonales. Los edificios tienen balcones cerrados con vidrio y arcadas en la planta baja, con una imagen bastante diferente a la que generalmente se difunde de españa. La zona rebosaba de gente trabajando o haciendo compras que se tomaba un rato para tomarse un cafecito con un bocadillo en alguno de los muchos bares que hay por ahí, por ejemplo en el Café Brasi (Calle del Correo 18). También hay comercios con lindísimas vidrieras y, sobre la Ría, el Mercado de la Ribera, un hermoso edificio de principios del siglo XX.

Saliendo del Casco viejo se puede tomar la calle Viudad de Epalza, o el paseo costanero, para bordear la Ría hacia el norte. En la esquina de esta calle con la calle Zubía está el Teatro Arriaga,, inspirado -según dicen- en la Opera de París. La costanera tiene un diseño que combina elementos de principios del siglo XX con mobiliario urbano actual y, a pesar de que ese día estaba frío y llovía, es un paseo muy agradable. Continuando por este camino se llega al puente Zubizuri (puente blanco), obra del arquiecto Santiago Calatrava e inaugurado en 1997. Del otro lado hay un complejo de edficios de oficinas en construcción cuya modernidad contrasta con la arquitectura tradicional de la Alameda de Mazarredo que me encantó por sus árboles repletos de hojas amarillas.


Volví a bajar hacia la ribera para encaminarme hacia el Museo Guggenheim por la costanera y la aparición del edificio tras una curva me asombró. Es como una escultura gigante, brillante, sinuosa, fascinante. Dedicado al arte contemporáneo, este museo fue diseñado por el arquitecto Frank Gehry e inaugurado en 1997.
Me recibió la obra Mamá de Louis Burgeois, una araña gigante de larguísimas patas que parece viva. Después otra obra de arte, aunque más dificil de apreciar y comprender, la Escultura de Niebla de Fujiko Nakaya en la que una cortina blanca cubre el espejo de agua en el que se reflejan las placas de titanium que cubren al museo.
El interior alberga obras muy importantes y sobre todo me gustaron las superestructuras metálicas de Richard Serra que se pueden recorrer por dentro, la Instalación para Bilbao de Jenny Holzer compuesta por columnas de leds que transmiten aforismos en euskera, español e inglés y los Tulipanes de Jeff Koons.
Antes de salir es ineludible una visita a la tienda que, como en todos los grandes museos, es una tentación y, una vez afuera, un saludo al famoso Puppy, un simpático perro vegetal cuya piel cambia según la estación, también de Jeff Koons.

Vale la pena cruzar el puente Príncipe de España para ver el museo desde el otro lado de la Ría y pasar por las universidades y colegios que hay de ese lado y se puede volver a cruzar por el puente de Deusto y, desde ahí, visitar el Museo de Bellas Artes que exhibe en el patio una serie de grandes esculturas y dar una vuelta por el Parque Iturriza Casilda.

La Gran Vía, con sus hermosos edificios, conduce a la Plaza Moyúa a cuyo alrededor están los famosos "Fosteritos", los accesos al metro diseñados por Norman Foster. Del otro lado de la plaza, la Gran Vía se llama de Diego López de Haro y aquí están las tiendas más famosas, incluida la omnipresente El Corte Inglés. Al sur de esta avenida hay una zona comercial muy linda y en la calle peatonal de Ercilla está la escultura Las meninas, de Manolo Valdés. Toda la zona alrededor de la Plaza Moyúa es muy agradable.

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Voy a seguir esta ruta ya que este domingo estare todo el día en Bilbao, muchas gracias!
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